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La Majojá. Senda de los Helechos
Podemos trasladarnos hasta el paraje andando, en bicicleta o en coche, y hacer el recorrido por carretera o por el camino que, vega abajo, conforma paridad con el río y la carretera. Partiendo con dirección a Cuenca, a 4 km. el paisaje cambia bruscamente, pasando de encontrar montes que dan la impresión de ser ralos, a descubrir una frontera boscosa de pinos, allí donde el valle toca a su fin y, el río se ha abierto camino en una estrecha garganta de farallones rodenos que, en ocasiones, se ve obligado a compartir “a la greña” con la carretera.
Después de salir de la villa, tras dos grandes rectas llegamos al cruce que nos conduce a levante, pero si seguimos sólo unos cien metros, justo en la curva, a la izquierda sale un camino asfaltado que enseguida cruza el río. A cien metros podemos dejar el coche si hemos llegado en automóvil y, volver hasta la senda que nace en la baranda inferior del puente, semioculta en algunas épocas del año por la vegetación. Si hemos llegado andando, tenemos que cruzar la carretera con precaución o, pasar bajo el puente nuevo y buscar camino abajo el asfalto, para seguir las indicaciones sobre la senda. Nos arrojaremos por un claro entre matorrales y enseguida nos daremos cuenta que nos hallamos en una senda que, se mantiene, porque la practican los pescadores. La senda discurre ajustada entre el río y la falda de la montaña, poblada de pinos y quejigos. A la otra ribera del cauce, la carretera serpentea los obstáculos naturales, el río y los farallones de piedra rodena que se muestran altivos y elegantes, dejando ver de vez en cuando, los verdes pinos que destacan en lo alto de sus rojizas estructuras.
La senda está en ocasiones obstruía por alguna zarza y, en un momento, por el cable de un poste que alguien sin escrúpulos ni demasiados alcances hizo que cruzara la senda en diagonal descendente, desde lo alto de un poste hasta servir a este de sujeción como tensor con el suelo; siendo un verdadero peligro para el tránsito por el camino.
Tanto en el viaje de ida, de unos 600 metros, como en el de vuelta, las fotografías del recorrido son dignas de ser recogidas en la memoria. Los contrastes de los chopos, los pinos, el río, y las piedras rodenas, nos harán pararnos a cada paso, para admirar la naturaleza. Hay momentos en que la senda casi se pierde, como consecuencia del efecto de la erosión y del agua en su descenso de la montaña, pero a poco que nos fijemos la descubriremos más adelante.
Los pinos, las piedras formando la caja de la senda y, en un momento determinado lo helechos que encontramos entre la senda y el río, nos harán sentir la frescura del lugar y nos llenarán de sosiego. Es un paraje precioso, fresco y con un halo de misterio incorporado.
Es desaconsejable la fuerza del día para hacer el recorrido, por los insectos del monte. Hemos de ir bien calzados, a ser posible con botas, para evitar cualquier encuentro desafortunado con alguna víbora a la que pudiéramos pisar.
Ya de vuelta en el lugar donde tenemos el coche, podemos disfrutar de un paseo de 1,4 km. por la pista forestal, a la que dan sombra pinos y quejigos. Es preferible salir con el vehículo por donde hemos entrado N-420, ya que por la salida contraria, la que sale a la carretera de Boniches, no se puede girar a la izquierda para volver a Cañete.