Medio Natural
La comarca de Cañete se enmarca en lo que geográficamente se denomina la Serranía de Cuenca, que junto con las vecinas Sierra de Albarracín, Sierra de Molina y las comarca valencianas del Rincón de Ademuz y de Los Serranos forman la porción meridional del Sistema Ibérico. Se trata de un conjunto montañoso de gran amplitud (casi 7.000 kilómetros cuadrados sólo para la Sierra de Cuenca) cubierto por una masa forestal colosal. Dentro de la Serranía de Cuenca, Cañete y su área ocupan la parte central del macizo. Se trata de una zona muy poco poblada (considerada actualmente como desierto demográfico y región despoblada) con núcleos pequeños muy separados entre sí.
Orografía.
La Serranía destaca por su carácter excepcionalmente escarpado. Aunque las cotas máximas no alcancen alturas muy elevadas en relación a otras zonas del Sistema Ibérico (el vértice más elevado, La Mogorrita, suma 1.866 metros), estamos ante un área enormemente intrincada y agreste, donde la complejidad orográfica llega a ser muy grande: una multiplicidad de cadenas montañosas, cañones, barrancos, picos aislados, cursos de agua y crestones de roca cubiertos por un manto compacto de vegetación, muy poco alterada por la acción humana. El monte maderable ocupa casi un 80% de la superficie total del área.
Geológicamente, toda la comarca se inclina desde el norte hacia el sur, a guisa de un gran zócalo, y más levemente de este a oeste. Si nos ceñimos al entorno de Cañete, en el norte (pueblos de Zafrilla, Tejadillos, Huerta, Laguna y Valdemoro Sierra) se radican las máximas alturas de la zona: Collado Bajo (1.841 metros) y la Ceja de la Umbría del Oso, con 1.822. Otros cuantos puntos sobrepasan la altura de los 1.800 metros. La altura media en esta porción más elevada ronda los 1.500 metros, y las poblaciones, refugiadas en el fondo de los valles, los 1.200-1.300. Zafrilla, el pueblo más alto del entorno y el segundo de la Serranía, se ubica a 1.418 metros de altitud. Esta zona forma parte de la subcomarca geográfica conocida como Sierra Alta de Cuenca, que hacia el norte se prolonga hacia Beteta.
La zona intermedia, con Cañete como núcleo principal, es tradicionalmente considerada como Sierra Media. Altitudes máximas en torno a los 1.600 metros y medias en torno a los 1.100 marcan el progresivo declive hacia el sur, teniendo como hitos más destacados la Cruz de los Tres Reinos (1.560 metros), el Cerro del Ocejón (1.598 metros), el Talayón de Garcimolina (1.601 metros), la Atalaya de Algarra (1.585 metros) y la Cabeza de Don Pedro (1.491 metros y máxima altura de Cañete), entre otros.
Por último, el resto de las poblaciones son técnicamente consideradas como de Sierra Baja. Aunque las cotas siguen descendiendo todavía se encuentran alturas considerables, como el Cerro de las Cuerdas (o Pico del Telégrafo) con 1.414 metros o, más al sur, el Pico Ranera (1.430 metros) y el Cerro Pelado (1.422 metros). La altura media ronda aquí los mil metros, aunque todavía encontramos poblaciones muy elevadas, como Campillos-Paravientos (1.175 metros), resultado de su ubicación en alto. El resto de las poblaciones fluctúan entre los 1.000 y los 1.100 metros, con Pajaroncillo como población más baja del área, con 935 metros. No obstante, la pérdida de altura en estos lugares no supone en absoluto la disminución de la complejidad orográfica. Poblaciones como Pajaroncillo, Boniches o Alcalá de la Vega muestran en sus términos municipales formas de relieve muy abruptas, con desniveles acusados y un grado de inaccesibilidad importante.
La orografía es común a todas las áreas: un zócalo uniforme, fracturado y recorrido por multitud de grandes y pequeños cursos fluviales; sobre éste corren, generalmente de norte a sur, varias cadenas montañosas que pueden tomar el nombre del pueblo más cercano (Sierra de Valdemeca, Sierra de Zafrilla) o recibir denominaciones propias (Sierra del Escornadero, Sierra de las Cuerdas). Las Sierras hacen un papel fundamental de factor de separación y barrera entre las poblaciones, relegadas a los valles intermedios. Pueblos geográficamente muy cercanos han permanecido apartados unos de otros hasta el día de hoy. Sólo los rentos y caseríos poblaban las laderas o los pastizales de altura.
Geología
La roca predominante en toda la zona es la caliza, en un abanico geológico que abarca Jurásico y Cretácico, y que ofrece la más variada morfología (dolomías, margas, carniolas, travertinos, diferentes facies específicas). En algunos lugares aparece mármol (en Buenache de la Sierra, La Parra de las Vegas, La Cierva…) resultado de procesos metamórficos de la caliza. Los fenómenos de erosión kárstica son por tanto muy frecuentes en toda la comarca, dando lugar a todo un catálogo de parajes singulares, comenzando por los lapiaces, o lenares: los Callejones de Las Majadas, el Tormagal de Masegosa y, sobre todo, la Ciudad Encantada. En el fondo de los valles, la acumulación de materiales aluviales recientes ha dado lugar a la formación de pequeñas y estrechas vegas, rellenas con materiales sedimentarios modernos.
Sin embargo también aparecen otros tipos líticos. El más curioso y pintoresco es sin duda la arenisca roja y las pudingas del Bundsandstein (subperiodo Triásico), conocida como rodeno por estas y otras tierras. El rodeno aparece en forma masiva en varias zonas del territorio (Sierra de las Cuerdas, Sierra de Valdemeca, Sierra de Mira) y en pequeños afloramientos por toda la comarca dando lugar, con sus peculiares procesos erosivos, a formas caprichosas e increíbles. En lugares muy concretos localizados en los términos municipales de Boniches, Talayuelas y Garaballa existen afloramientos silúricos y devónicos de pizarras y esquistos, de extensión muy limitada y que constituyen las rocas más antiguas de la provincia de Cuenca. Otras zonas registran afloramientos salinos del Keuper que han dado lugar a formas más o menos organizadas de explotación de la sal, cuyos máximos exponentes en el área se localizan en las poblaciones de Salinas del Manzano y Monteagudo de las Salinas.
La aparición de minerales y metales de aprovechamiento minero es constante a lo largo y ancho de la Sierra de Cuenca, pero en cantidades muy inferiores a los de otras montañas peninsulares. El metal más explotado fue el hierro, con dos enclaves mineros históricos en Cueva del Hierro y La Cierva. A ellos se unió una larga serie de pequeñas explotaciones (más de veinte) en los siglos XIX y XX en los términos de Talayuelas y Garaballa. De estas cortas también se solía extraer cobre, a menudo en las mismas labores. En Tejadillos hubo intentos a comienzos del siglo XX de beneficiar mínimos filones de plata, que no prosperaron. Aquí y allá se prospectó plomo, sin muchos resultados. También de La Cierva se extrajo un buen mármol durante siglos, de color rosáceo, utilizado con profusión en monumentos de toda la provincia de Cuenca. En Minglanilla, ya más Manchuela que Sierra, se conservan las labores abandonadas de una gigantesca mina de sal gema, utilizada (sin ser un tópico aquí la expresión) desde la más remota antigüedad. También está presente en algunos lugares el carbón, en forma generalmente de lignitos de baja calidad que se intentaron aprovechar sin éxito en varios lugares a finales del siglo XIX, fracasando tanto por la pobreza de las vetas como por la escasez de capitalización. De estos intentos el único que fue a mayores fue el de las Minas de Henarejos, todavía en funcionamiento hasta casi el día de hoy y que dieron a los pueblos de los contornos una ráfaga de efímera prosperidad a cargo de un coste medioambiental excesivo, pero que a la vista de la actual despoblación y atroz abandono rural se recuerda a menudo con nostalgia.
Hidrología
La red hidrográfica es importante por su caudal, y muy ramificada. Las Sierras de Cuenca y Albarracín son el mayor nudo hidrográfico de España, donde nacen el Tajo, el Júcar, el Turia, el Cabriel, el Guadiela, el Záncara, el Cigüela y tantos otros menores. La Serranía de Cuenca vierte aguas a cuatro cuencas hidrográficas (Júcar, Turia, Tajo y Guadiana) y a dos mares distintos, aunque son Júcar y Tajo las dos cuencas que definen la comarca. En lo alto de las Sierras de Cuenca, zona ya de clima subalpino, las precipitaciones superan los 1.000 mm al año. Toda la comarca de Cañete, como buena zona montañosa, es extraordinariamente rica en agua.
En el entorno de Cañete, el principal curso fluvial, vertebrador del territorio, es el Cabriel (principal afluente del Júcar), que por caprichos de la geografía política nace en la provincia de Teruel a escasos kilómetros de la Sierra de Cuenca, a la que parte casi en dos mitades y en la que alcanza su verdadera entidad. Prácticamente todos los pequeños cursos fluviales de la zona de Cañete acaban su recorrido en el Cabriel. De entre ellos el Guadazaón, el eje Laguna - Tejadillos - Mayor, el Zafrilla, el Mesto y el Vencherque suman una considerable longitud y conducen una apreciable cantidad de agua.
Estos ríos esculpen exhaustivamente los estratos mesozoicos. Calizas y rodenos son las rocas de las gargantas de las Sierras de Cuenca. Cañones, gargantas y hoces las hay por decenas, de tal forma que cada río serrano cuenta con varias a lo largo de su recorrido. Muchas tienen nombres que resuenan: Hoz de Beteta, del Alonjero, de Tragavivos, de los Toriles, de Priego, del Tranco, del Gritos, del río Mira, del Turia, del río de Arcos… ríos serranos hay que enhebran gargantas como cuentas de collar, como el Cabriel, y en sus fragosidades encuentra cobijo una flora de ensueño.
No toda el agua, por supuesto, es superficial. La conjunción de la roca caliza con los importantes acuíferos y corrientes subterráneas ha dado lugar a un intenso modelado kárstico subterráneo por toda la zona, con un buen repertorio de cavidades, lo que hace de la Serranía de Cuenca un referente para la espeleología de la zona centro española. No obstante, las formaciones más impresionantes son las grandes dolinas de hundimiento, provocadas por la labor de socavado de las aguas subterráneas. El resultado final son desplomes de tamaño variable, conocidos casi siempre con el nombre de torcas, vocablo de origen prerromano presente en muchos otros lugares de la geografía nacional. Cerca de Cañete hay torcas en un radio de acción relativamente corto: en Palancares (las más conocidas), en Fuentes, en Zafrilla, en Campillos-Paravientos. En Cañada del Hoyo, los hundimientos han afectado a la capa freática, muy somera en el lugar, dando lugar a siete lagunas bellísimas, de tamaño y profundidad muy variable, que además poseen la particularidad de disponer de un color propio cada una. Algunas de las lagunas incluso cambian esta tonalidad a lo largo del año.
No sólo la roca caliza produce karstificación y desplomes con resultado de lagunas. También lo hace el yeso. En la sierra de Cuenca tenemos dos conjuntos de lagunas provocados por hundimientos de los estratos de yeso, en Fuentes (Complejo Lagunar del río Moscas) y en Arcas (Lagunas de Ballesteros). También existen lagunas tobáceas, provocadas por el recrecimiento de los travertinos resultados de la intensa precipitación de los carbonatos cálcicos disueltos en el agua calcárea. Las más conocidas son la Laguna de Uña y la Laguna del Marquesado, que da nombre a una pequeña y encantadora localidad próxima a Cañete.
Fuentes y manantiales son omnipresentes a lo largo y ancho de la Serranía. Algunas poblaciones muy conocidas fuera de los límites comarcales por sus industrias de envasado, como Beteta (marcas Solán de Cabras y Aguas de Beteta) o Huerta del Marquesado (marca Fuente Liviana). Las cascadas y saltos de agua son muy frecuentes.
Vegetación
La cubierta vegetal a lo largo de toda la Serranía de Cuenca es muy abundante y variada, como no podía ser menos en un área muy extensa y con grandes diferencias en cuanto a geología, suelo, clima y precipitación. Hay que destacar la excepcional diversidad de especies arbóreas y arbustivas, algunas de ellas muy escasas y con nichos ecológicos reducidos dentro del territorio. El aislamiento secular de la zona y su reducidísima carga demográfica han tenido como consecuencia la preservación en condiciones excepcionales de la cubierta vegetal de la zona, sólo expuesta en montes de bosque mediterráneo al azote cíclico del fuego. La reciente despoblación del medio rural comarcal (con poblaciones que han perdido hasta el 80% de su censo con respecto a los padrones de 1950) ha influido de forma positiva en la regeneración de masa forestal y de monte degradado por actividades tradicionales como la ganadería, el carboneo y las aleñadas, aunque también ha supuesto la regresión de otros paisajes característicos, como la pradera y el pastizal. La progresiva implantación de espacios naturales protegidos en la comarca es una garantía de conservación de este fenomenal patrimonio vivo de nuestros montes.
La encrespada orografía da lugar además a un cierto número de diminutos microclimas, generalmente siguiendo las vegas de los ríos, que de tanto en tanto se convierten en profundas gargantas donde la umbría y la humedad propician todavía más la proliferación de vegetación.
Las crestas de las altas sierras son el contrapunto. Zona extrema, de clima subalpino, batida por las tempestades, donde la vegetación se adapta a la pobreza del suelo rocoso, al frío, al constante viento… También muchas de las Sierras presentan una vegetación diferenciada en sus vertientes occidental y oriental por causa del foëhn. La Sierra de Valdemeca, entre otras, es un caso muy claro de este fenómeno, con una ladera oriental muy húmeda, en tanto que la opuesta registra índices de precipitación muy inferiores
En cuanto a las especies, un denominador común indiscutible: el pino, sin duda el árbol hegemónico en toda la zona. Cuatro son las subespecies de pino que se van sucediendo por franjas de altitud. En las mayores cotas (a partir de 1.500 metros aproximadamente), aparece el pino albar, (pinus sylvestris) también llamado pino rojo o silvestre, reconocible por la bicromía de sus troncos. La siguiente subespecie, el pino negral (pinus nigra), laricio o salgareño, se da entre los 1.200 y los 1.600 metros aproximadamente y es el árbol por definición de las sierras de Cuenca, aunque en la zona de Cañete no es tan frecuente como otras subespecies de pino. En su lugar, el pino rodeno (pinus pinaster) es omnipresente, creciendo generalmente entre los 800 y los 1.200 metros, aunque en ocasiones se lo encuentra en laderas de solana hasta los 1.800 de altura (Sierra de Valdemeca) debido a su excelente aclimatación a las condiciones del suelo. Finalmente en las zonas más meridionales, ya con escasa altitud y un régimen pluviométrico más seco que el resto, aparece el pino carrasco, o de Alepo (pinus halepensis), de escaso porte y muy ramificado, adaptado a la sequedad.
La presencia de frondosas en la zona es muy apreciable, aunque muy raramente llegan a formar bosques propios, siendo lo normal la coexistencia con el pino en bosques mixtos de un gran valor ambiental y estético. Son muy abundantes las variantes mediterráneas del género quercus: encinas (quercus ilex), quejigos (quercus faginea) y rebollos (quercus pyrenaica), también llamados melojos en algunos lugares del ámbito comarcal.
También en la parte más elevada de la Serranía aparece con cierta asiduidad el acebo (Ilex aquifolium), que llega a poblar laderas umbrías y húmedas formando bosquecillos con una densa concentración de ejemplares. Abundantes también en riberas y terrenos húmedos y profundos son tilos (tilia sp.) y avellanos silvestres (corylus avellana), frecuentes de ver en los cauces y remansos de los ríos serranos, junto con sargas y sauces (salix sp.) y especies arbustivas de ribera. Chopos y álamos son omnipresentes y aportan en otoño una coloración rabiosa al paisaje.
En las las vegas y en las terrazas en pendiente el hombre ha introducido especies desde la más remota antigüedad, ya sea para ornato o para aprovechamiento. Las vegas de la Sierra en general, y la de Cañete en particular, son un perfecto catálogo de nogales, almendros, olmos, frutales, álamos, chopos y tantas especies introducidas, algunas de líneas genéticas antiguas. El abandono de tierras de cultivo ha hecho que estas especies, ahora silvestres, coexistan en muchos lugares con vegetación de reconquista
Sin embargo, si hay una especie arbórea perseguida que destaque en la zona, ésta es la sabina albar (juniperus thurifera); árbol de páramo y suelo rocoso, de lentísimo crecimiento y madera excepcional, está presente en todo el área en cantidades ingentes constituyendo su principal reducto en la región y uno de los más destacados del territorio nacional. Se encuentra protegida, como también lo está el tejo (taxus baccata), del que restan escasos ejemplares por toda la zona. Su carácter de árbol mágico en cultos prerromanos no ha podido compensar su leyenda negra de árbol tóxico y su condición de "especie estratégica" durante siglos (a causa de su madera, excelente para arcos y mangos). El tejo en las Sierras de Cuenca sobrevive en escasos lugares y en corto número. La toponimia en la Sierra Baja (comenzando por el propio monasterio de Tejeda), habla de una extensión algo mayor en el pasado
Las especies arbustivas son muy abundantes. Entre las más frecuentes suelen contarse el enebro, la jara, el brezo, el espino albar (o majuelo), el alibustre, el guillomo, el arlo (o agracejo), la morrionera, el endrino.... y tantos otros.